Deshonor y otras banalidades
“Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.
Y el varón le dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices”.
Gn 32. 22-32
La historia de Jacob está contada en el libro del Génesis y está llena de contrastes. Cuenta el relato que Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas, lo cual dista mucho de ser ético y se sustenta en el engaño pues se aprovechó de la ceguera de su padre Isaac. Jacob no se detuvo ahí, también compró a su esposa Raquel a su tío Labán, a cambio de catorce años de trabajo. En realidad, el primer trato había sido por 7 años pero Labán lo engañó, entregándole a su hija Lea. Tuvo que trabajar otros 7 años más para conseguir a Raquel. En esta historia de engaños y traiciones nadie podría suponer que Dios lo renombrara Israel, después que protagonizara una lucha de toda una noche contra un ángel (Elhoim-dios), convirtiéndose así, en el padre de los israelitas.
Es de llamar la atención, la súplica de Jacob al final de la lucha justo después de recibir un golpe y sentirse derrotado. Le dice al varón (desconocía que era un ángel): “No te dejaré, si no me bendices”.
¿Por qué pedir la bendición a quien te derrota? Sin duda muchos piensan que esta expresión carece de toda dignidad, autoestima o valor y pudiera considerarse sumisa y limosnera. Jacob quien se había curtido a base de traiciones y engaños, de repente asume una actitud humilde. No golpea por la espalda lanzándole una piedra o golpe por el lado ciego, ni se espera al descuido del oponente para contraatacar. Todo lo contrario, reconoce que la lucha fue en buena lid y que el adversario fue superior y que demostró una fuerza mayor a la suya. Con base en el relato, podemos decir que en la derrota, Jacob salió victorioso.
En las banalidades de la vida, en los tiempos modernos nos encontramos con el anti Jacob del fútbol, el lusitano Mourinho, que al igual que el jerarca israelita, es el líder de un rebaño (millonario) que carece de lucidez y se deja guiar por los engaños y mentiras de un pastor farsante.
Qué espectáculo tan bochornoso ofrece este arrogante e insulso director técnico cada vez que juega contra el Barça. Cuántas oportunidades ha desperdiciado de validar la historia de grandes logros a buena lid del Real Madrid, llenando la camisa blanca de manchas negras e indelebles. Mourinho ha quedado retratado para la posteridad. Es un ser indeseable en el fútbol de élite pues exhibe la bajeza de un perdedor. Es un mal deportista y mal competidor, un incitador barriobajero de masas. Un cobarde y mentiroso. Ya es hora de que, si alguien tiene dignidad en el Madrid, le saque la careta y denuncie a un entrenador que está acostumbrado a ganar sin escrúpulos no importando el precio, incluso está dispuesto a comprarlo por un plato de lentejas.
Caer en el ridículo de mentir sabiendo que sería grabado por las cámaras de televisión, en la agresión a Tito Vilanova, delata su mal nacencia. No fue un choque fortuito, fue una agresión premeditada, por la espalda y con mala leche. Le mira con cara de odio y desprecio, le mete el dedo en el ojo con precisión y después tiene la desvergüenza y el cinismo de negarlo y ningunearlo en rueda de prensa. ¿Pito? ¿Quién es Pito? Qué bueno que no está en México, el albur no se lo acabaría: “Picar el pito”, ¡qué ridículo!
No hay defensa posible. Esto es la gota que colma el vaso. Mourinho juega con fuego y se ha quemado, es una mancha para siempre en la historia del Madrid. Y así, sin que el Madrid lo reconozca se ha convertido, en un año, en el enemigo no. 1 de la institución. La obsesión de Mourinho por romper la hegemonía del Barça le lleva a perder los papeles, le vuelve loco. Ha visitado ocho veces el Camp Nou con el Chelsea, Inter y Madrid y no ha sabido ganar nunca. Esto le corroe, le humilla y contagia a sus jugadores. El mensaje de ganar a cualquier precio, enciende la mecha de otro delincuente de las canchas, Pepe, a quien aún se le recuerda cuando le dio una patada asesina a Casquero jugador del Getafe en el 2009 cuando yacía en el suelo y de espaldas. No se quedan atrás Ramos, Carbalho, Marcelo y tristemente Alonso. No existe un argumento que pueda defender la actuación de estos bandoleros vestidos de futbolistas arrastrando la prosapia del que fuera el mejor club del SXX.
Aunque el Madrid mejoró futbolísticamente, su entrenador, no. Como en todo protocolo, el Barça esperó en el césped de Valencia a que el Madrid recogiera el trofeo de campeón de la Copa del Rey, como un reconocimiento a quien fue mejor ese día (al menos anotando más goles), en cambio el Madrid con el consentimiento de su entrenador se escapó al vestuario en un gesto de poca ética deportiva. La desfachatez de decir que era un juego de pretemporada, contrasta en sobre manera con la vehemencia demencial de las entradas de sus jugadores. Jugadores como Casillas que se destacaban por su liderazgo y profesionalismo, ahora son marionetas de Mourinho y da pena oírles decir lo que “no piensan”, lo que les dictan o sus torpes intentos por justificar al insolente de su entrenador. El “puto amo” del Madrid (entrenador, mánager general, director de comunicación y todo lo que quiera) tiene secuestrado a un presidente que calla y otorga.
La derrota del Madrid fue doble, perdió en el campo y afuera de él. Marcelo, Mourinho y compañía son los culpables del bochornoso final. Cuesta entender que Florentino Pérez haya puesto el club en manos del “clan de los portugueses”, el intermediario Jorge Mendes y Mourinho. Fichan con sobreprecio a jugadores que no dan la talla, como Carvalho y Coentrao, mientras que el “divo” Cristiano se cree un crack estando a años luz de Messi. Hasta mayo no tendrá el Madrid opción de ganar otro título (si es que llegaran a ganar algo). Mientras, el Barça ya suma tres copas y la próxima semana puede ganar la Supercopa de Europa en Montecarlo y en el próximo diciembre el mundial de clubes.
Detrás de esta historia banal que pareciera no tener consecuencias, ¿No es verdad que la misma derrota puede ser aleccionadora? Con madurez la derrota dignifica, enseña a corregir el camino, puede ser un trampolín para otros logros y hazañas. ¿Quién en carne propia no ha perdido al menos una vez en la vida misma? ¿Por qué no pedir la bendición a la sabiduría para ser grande en la derrota y humilde en la victoria? Detrás de la obscuridad de la noche hay un sol por la mañana.
La lección de Jacob es vigente.
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