“Me ha devorado el monstruo que he creado”.
Florentino Pérez, Presidente del Real Madrid
Mourinho el” Dialectico”
Florentino Pérez describió con esas palabras a los “galácticos” en febrero de 2006 cuando anunció su decisión de abandonar la presidencia del Real Madrid. Cinco años después, también bajo su presidencia, el club vuelve a estar en la misma dinámica. Ahora, los jugadores no tienen tics de malcriados sino que ha sido su propio entrenador quien se le ha subido a las barbas y se ha apoderado del club imponiendo sus malas maneras.
Florentino Pérez, el crack de las finanzas, ha vuelto a ser superado y ahora su club desprende un tufo camorrista depresivo. Por suerte, como decía Pep Guardiola, los clásicos se acaban y el barcelonismo pondrá distancia de por medio con lo que evitará los malos olores.
José Mario Santos Félix, Mourinho, es el gran perdedor de la semifinal entre el Real Madrid y el Barcelona. Por subestimar a sus jugadores, por especular en la ida, por no apostar por el talento que tiene su equipo, al menos en dinero así se interpreta y por ser un dialectico en lugar de galáctico. Jamás llegará al nivel de filosofo (citar a Marx, Hegel o Adorno, sería un insulto) pues no conoce el resultado de la confrontación argumental.
Mourinho se ha convertido en el actor principal de un vodevil escrito por él mismo, enfundado en un disfraz de gánster italiano de mala paga. Metió a su afamado club en una dinámica judicial y de locura más propia de un bufete de abogados que de un club de fútbol. Ha sido tácticamente desastroso y timorato. Diplomáticamente, torpe e inhábil. Ahora, volverá a ponerse su disfraz de mártir y de salvapatrias, se preguntará ¿por qué? y se meterá en ese submundo tan particular en el que sólo vale su verdad y todo lo demás es mentira.
Resulta sorprendente la aceptación de Mourinho en el Santiago Bernabéu. Un estadio que, sobre todo, en Copas de Europa, ha visto alguno de los mejores partidos de la historia del fútbol y que ahora traga, entusiasmado incluso, con bodrios como el que despachó el portugués contra el Barcelona.
Es esquizofrénico pensar que en ese mismo campo hayan aclamado a Zinedine Zidane, Figo, Raúl o Butragueño, por sus condiciones de exquisitos y, ahora, también paladeen el fútbol jurásico de Mourinho como si fuera el sumo sacerdote. El populismo barato y la charlatanería han calado en los tuétanos del que fuera mejor club del siglo XX.
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que unir los conceptos Real Madrid, Copa de Europa y estadio Bernabéu arrojaban un espectáculo único: un ambiente estremecedor, fútbol de ataque, buen juego y entrega sin límites. Por Chamartín pasaban los mejores equipos del momento, el equivalente a lo que es hoy el Barcelona, y lo hacían con el convencimiento de que iban a vivir una noche infernal. Ni el entrenador ni los jugadores de la época actuaban con la calculadora pensando en el partido de vuelta. Eso ni se contemplaba. Mucho menos si la vuelta era en casa y había que fraguar alguna de aquellas legendarias remontadas. El Real Madrid, simplemente, jugaba al ataque porque era lo que se había hecho siempre. Era una tradición. Una obligación. Valdano acuñó, felizmente, aquello del "miedo escénico". Hoy, la metáfora y su autor dormitan en un contenedor del estadio.
Mourinho ha pervertido la historia y ha perdido el plus emocional que suponía salir al Bernabéu en Copa de Europa. Antes se jugaba con 12. Hoy, con 10. Ahora es el Madrid quien tiene miedo y el Barcelona quien augura una noche más o menos plácida. El Real Madrid juega a no encajar goles y a eso se le llama en los nuevos ambientes saber competir. Cualquier parecido con el pasado es tachado de nostalgia, de irrealidad o de antigualla. El sacerdote levanta el báculo y el Ipad ® y los fieles dicen amén como si el club acabara de fundarse el lunes pasado y los ciento y pico años de historia con sus épicas noches europeas no hubieran existido. Y sus discípulos desde sus entrenadores hasta jugadores prestigiados repiten la letanía sin la reflexión que exige los blasones de la categoría del Madrid. Se dedica a mentir y dibujar un escenario donde solo él es el héroe, el dueño de la verdad y capaz de demeritar cualquier éxito ajeno. Las ruedas de prensa dan vergüenza ajena, parece una consulta con un psiquiatra
La dialéctica de Mourinho es torpe e incompleta: “El Barça es un equipo consentido por la Unicef” por ello “son los preferidos de la UEFA y ganarán por decreto”. “Pep es fantástico” pero “me daría vergüenza ganar una copa como la ganó Pep”. “El Fútbol es un negocio sucio (truculento y amañado) que me da asco” pero él gana 8 millones de Euros al año. “Preparo los partidos para jugar con 10 porque siempre el árbitro nos perjudica” pero no corrige la indisciplina y la buena lid de un jugador del palmarés del Real Madrid, v.gr. Adebayor, Pepe, Carvalho, etc.
La dialéctica de Mourinho solo convence a Florentino, a sus amigos periodistas (de caverna mediática a central lechera, qué gran metáfora!) y a todo el entorno del “nacional madridismo” que se extiende por el mundo.
La realidad es que pudo escoger el camino más corto para llegar a la final: jugar al fútbol. Pero eligió el más tortuoso: el del miedo y la charlatanería
En cambio Pep decidió poner las cosas claras en el propio santuario madridista. Allí donde Mourinho se ha pasado la temporada sembrando dudas insidiosas sobre el Barcelona, decidió defender al Barça, a su afición y, sobretodo, a sus jugadores. El aplauso con el que éstos le recibieron al entrar en el comedor a la hora de la cena es la demostración de que había dado en la diana. El barcelonismo necesitaba un golpe de autoridad de su líder espiritual. También los jugadores, que se han partido la cara por él. Fue el espaldarazo que necesitaban para seguir creyendo en la filosofía Barça. El martes plantó cara a Mourinho dejándolo en evidencia, el miércoles su equipo dio un repaso al Madrid que lo convierte de nuevo en un segundón.
El puto jefe de la sala de prensa merengue fue derrotado por el puto amo del campo. Guardiola dixit. El Barça habló alto y fuerte en el campo tal como había prometido el día anterior Pep. El guión del tercer clásico estaba repleto de una tensión melodramática más digna de una ópera de Verdi que de una sonata de Vivaldi. En el escenario del encuentro, el “puto amo” de la batalla psicológica contra el “puto jefe” de la mejor escuela futbolística.
De tesis y antítesis, ni hablar, porque jamás podrá existir diálogo futbolístico entre Guardiola y Mourinho. Porque ambos utilizan distintos idiomas. Dentro y fuera del campo. La excelencia del Barça contrasta con la rudeza del Madrid. El toque, la plasticidad, el arte y la posesión de los blaugrana son la antítesis de la agresividad y la mala leche de los blancos. Guardiola, una vez más, se mantuvo fiel a su mensaje. Mourinho, a su manera, también: a especular y a destruir. Su posicionamiento en el terreno de juego es un reflejo de su estrategia mediática. Pep siempre va de cara, con la verdad de su modelo por delante. El portugués busca el cuerpo a cuerpo, la batalla en el fango, los subterfugios barriobajeros en los que se siente tan cómodo. La clase contra la fuerza. La brillantez contra la vulgaridad. La luz contra la sombra.
Los 'Mourinhologos' glosarán sin duda el “genio” desplegado por el entrenador portugués para contrarrestar el incomparable juego ofensivo catalán. Pero cuando se deja crecer la hierba un poco más de lo normal para impedir la circulación del balón de su adversario, esa práctica no honra a su inventor. El fútbol no puede tolerar esos métodos auténticamente extremos.
Seguro que Florentino Pérez sabía que Mourinho es un buen técnico de fútbol, pero lo cierto es que Mourinho no sabe que el Real Madrid es grande (mucho más que él) y éste no merece ser tratado así por este rufián.
PS: MESSI ES UN GENIO, Es el puto crack, el Nº 1. Gracias Leo por hacernos disfrutar tanto. Lionel Messi, genio de este juego y símbolo de un Barça menos brillante pero recompensado por la fidelidad a una filosofía
Ariete 09
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